Placer by Nicole Jordan

Placer by Nicole Jordan

autor:Nicole Jordan
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico
publicado: 2003-08-09T22:00:00+00:00


Capítulo 11

JULIENNE comenzó su cometido como espía mucho antes de lo que esperaba, porque al día siguiente llegaron noticias que eclipsaban a todas las demás: Napoleón Bonaparte había abdicado.

Durante horas, en Londres reinó un pandemónium mientras las multitudes tomaban las calles para celebrarlo. Entre las resonantes trompetas y el estrépito de cazuelas y ollas golpeadas llegaban extáticos vítores y triunfantes gritos de «¡El monstruo corso está vencido!». Toda Europa había sido oprimida por la bota de Napoleón durante tanto tiempo que su derrota parecía casi milagrosa.

Cuando, durante los siguientes días, Julienne asistió a las reuniones improvisadas en el salón de Solange Brogard, descubrió que los emigrados no hablaban de otra cosa. Ella compartía su júbilo, aunque su futuro no dependía directamente del sucesor de Napoleón, como el de ellos. Cuando el Senado francés se declaró a favor del rey Luis, eso significó que muchos de los exiliados podrían regresar a casa, pero Julienne no tenía allí ningún familiar cercano, y las fincas de Folmont hacía mucho que habían sido confiscadas.

Sin embargo, aquel fin de semana hizo pocos progresos de los que informar a Dare. Él la visitó en su residencia para llevarla a dar un paseo por el campo.

Aunque era un hermoso día de primavera, Julienne sentía una innegable tensión entre ellos. No obstante, Dare no aludió a ninguna de sus revelaciones sobre su vergonzoso pasado, y ella estaba decidida a mantener bajo control sus emociones, y a simular que su furioso acto amoroso nunca había ocurrido.

Aguardó hasta que dejaron las principales calles de Londres para resumir su falta de éxito como espía.

—Todos a cuantos he observado estaban eufóricos con el regreso de Luis a Francia, junto con el conde de Artois, el príncipe de Conde y otros miembros de la corte exiliada. Pero no he descubierto a nadie que despertara mis sospechas o pareciera apoyar a Bonaparte. Lo siento.

Dare negó con la cabeza.

—No necesitas disculparte. Y yo entiendo tu frustración. Tampoco hemos tenido suerte en la búsqueda de Caliban.

—¿No has logrado identificar al amante de la señorita Watson?

Él vaciló, haciendo que Julienne se preguntase si en realidad no habría descubierto una nueva pista. Pero todo lo que él dijo fue:

—No. Es demasiado pronto para esperar ningún avance en ese frente.

Entonces, la sorprendió haciéndole una pregunta totalmente desconectada del asunto.

—Llevas un sombrero muy bonito. ¿Lo has diseñado tú?

Ella se llevó la mano al tocado de seda y ala ancha, adornado con pequeñas rosas.

—No, mi madre era la que tenía talento creativo.

—Mientras que tú eras la que tenía sentido de los negocios.

—Supongo —repuso Julienne asombrada por su cambio de tema.

Durante años, tras llegar a Kent, su madre y ella habían vivido de la caridad de parientes lejanos, con refinada penuria, esforzándose por pasar con lo que tenían, hasta que a Julienne se le había ocurrido la idea de vender tocados y sombreros que su artística pero frágil madre diseñaba. Como muchas francesas, la condesa tenía una natural visión para la moda y sus creaciones eran muy solicitadas. El negocio prosperó lo



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